Ciclo Sociedad, Mujeres y Ciencias Sociales: Angélica Cruz
“Las Ciencias Sociales pueden aportar con conocimientos rigurosos, pero comprometidos con un orden social más justo”
“Transmisión generacional de memorias sociales sobre el pasado reciente y movilizaciones que disputan el género en el Chile de la postdictadura” es el proyecto Fondecyt 2021 adjudicado por la doctora María Angélica Cruz Contreras, académica de la Escuela de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales UV.
El equipo de coinvestigadores/as lo integran Félix Aguirre, Escuela de Sociología, Facso, UV; Manuela Badilla, Escuela de Psicología, Facso, UV; María José Reyes, Escuela de Psicología Facso, Universidad de Chile, y Francisco Jeanneret, Escuela de Psicología, Univ. Academia de Humanismo Cristiano. Paula Eguren y Fernando Pavez son asistentes de investigación.
‒¿Qué la motivó a investigar sobre este tema?
Hace varios años que vengo investigando las memorias sociales de la dictadura chilena, por cierto no sola, sino con varixs colegas y amigxs que actualmente integran el proyecto en calidad de coinvestigadorxs y asistentes. Con María José Reyes (Universidad de Chile), Francisco Jeanneret (Universidad Academia de Humanismo Cristiano), Manuela Badilla (Universidad de Valparaíso) y Juan Fernando Pavez habíamos investigado las formas que adquiere la transmisión de las memorias en poblaciones que fueron consideradas “emblemáticas”, por su luchas contra la dictadura, y que hoy han sido tildadas por el Estado como “barrios críticos” e intervenidas con diferentes programas de control policial; me refiero a La Legua, en Santiago.
Antes de esto, también con María José y Marcela Cornejo (Universidad Católica de Chile), habíamos desarrollamos otro proyecto que indagaba en los modos en que diferentes posiciones generacionales deseaban transmitir sus memorias sobre la experiencia dictatorial.
A estos dos proyectos se suma mi Fondecyt Iniciación, en el que junto a varias estudiantes y tituladas de la Escuela de Sociología, incluida Paula Eguren, asistente del actual proyecto, investigamos cómo el género trabajaba al hacer memorias de la dictadura desde diferentes prácticas políticas del presente, incluyendo el seguimiento de distintas formas de movilización social en Valparaíso. En paralelo, en estos últimos años, también con Félix Aguirre (Universidad de Valparaíso), veníamos colaborando en reflexiones conjuntas sobre las relaciones entre memorias, cultura política y movilizaciones sociales.
A ese bagaje académico hay que sumar una identificación feminista que es parte de mi quehacer como docente, investigadora y ciudadana. Así, a partir de las movilizaciones sociales que se agudizaron desde el mayo feminista del 2018 y la revuelta social de octubre del 2019, empecé a preguntarme cómo en la disputa por el género y la transformación del orden social actual las memorias sociales de la dictadura y la transición jugaban un papel muy importante. Entonces, aquí se juntan motivaciones académicas y normativas; no es un proyecto militante, pero tampoco se trata de una investigación imparcial. Siguiendo a Haraway ‒autora sobre la que hice mi tesis de doctorado‒ estamos convencidxs de que todos los conocimientos científicos son situados, rigurosos, pero no neutrales. En nuestro caso nos asiste la convicción de que necesitamos ciencias sociales críticas.
‒¿Qué proyecciones ve a su proyecto en la sociedad local y nacional?
El proyecto pretende contribuir al debate sobre las articulaciones entre memorias sociales sobre pasados violentos y movimientos sociales contemporáneos para el caso de sociedades postdictatoriales atravesadas por la reactivación del conflicto social. En lo específico, proponemos investigar la transmisión de las memorias sociales sobre el pasado reciente entre quienes se movilizan en la disputa por el género en Chile, tanto quienes se manifiestan para terminar con una sociedad patriarcal y heteronormativa, como aquellas posiciones más conservadoras que rechazan los avances en materia de derechos de género y sexualidades. Por lo tanto, buscamos comprender esa disputa a partir de los discursos y prácticas públicas de los colectivos feministas, de las disidencias sexuales y de colectivos de masculinidades contrahegemónicas, como también de las posiciones contrarias a las demandas feministas y de las sexualidades disidentes que levantan las organizaciones que se oponen a los avances en derechos de género y sexualidad (organizaciones antiaborto y anti minorías sexuales), centrándonos en Santiago y Valparaíso. donde el movimiento feminista se ha manifestado masivamente.
Esta preocupación es relevante porque cruza tres campos de estudio que se han desarrollado de manera más bien paralela: los estudios de memoria, la teoría de los movimientos sociales y los estudios de género y feministas. Sin embargo, además de las publicaciones científicas comprometidas, queremos incidir en algo que vemos con preocupación: la creciente dificultad que enfrentamos como sociedad para canalizar el conflicto respetando el pluralismo y la diversidad. Por eso, también se diseñará y elaborará un material de divulgación de los resultados sobre cómo incorporar las memorias subalternas, el respeto al pluralismo y la relevancia del género como parte de la transmisión del pasado, orientado a los colectivos y algunos agentes socializadores (por ejemplo, profesoras/es, periodistas, guías de lugares y museos de memoria) para favorecer el reconocimiento de diferentes tipos de ciudadanía.
‒¿Qué rol opina que tienen las Ciencias Sociales en el actual momento que vive el país, y cómo aporta a ello su proyecto Fondecyt?
Creo que las Ciencias Sociales pueden aportar desde su triple vocación ‒científica, profesional e intelectual‒ con conocimientos rigurosos, pero comprometidos con un orden social más justo; creo que no se puede entender la justicia sin abordar cómo el androcentrismo y la heteronormatividad reproducen y renuevan viejas y nuevas formas de violencias simbólicas y materiales.
La docencia, la investigación y la vinculación con el medio debieran poder abrir una reflexión profunda sobre el ejercicio profesional de trabajadorxs sociales, psicólogxs y sociólogxs ‒por hablar de las carreras de nuestra Facultad‒ en el momento que Chile vive. Ese compromiso, creo yo, se logra de mejor manera cuando se pueden producir conocimientos rigurosos que reconocen su parcialidad. Conocimientos que no repitan nuestras certezas o convicciones políticas, sino que nos ayuden a encontrar las contradicciones, paradojas, desafíos, fisuras de los poderes que hoy se están tratando de remecer en un contexto donde no sólo se agudizan las demandas por cambios sociales, sino también nuevos y viejos autoritarismos, defensas neoconservadoras de privilegios y emergentes populismos.
En un proceso constituyente tan importante como el que experimentamos, las movilizaciones sociales que continuarán, la forma en que se gestiona políticamente la pandemia, nuestros temores y esperanzas, por nombrar algunos ejes de la contingencia, no son independientes del ejercicio de las Ciencias Sociales, porque ciencia y sociedad siempre están en mutua interacción. Este es un momento para pensar cómo, por qué y para qué producimos, enseñamos y aprendemos conocimientos sociales. En este caso, conocimientos relativos a diferentes formas de movilización, el género, las memorias sociales del pasado reciente y la cultura política.